Limosnaware

En los tiempos que corren, más que nunca, la solidaridad es un valor tan en alza como el cinismo. Un servidor, que tiene bastante más de lo segundo que de lo primero, ha encontrado sin embargo en lo otro un cierto sentido de equilibrio, que nunca falta en el mundo, entre las cosas que consumimos y lo que ponemos a cambio.

La Wikipedia o, siendo precisos, la Wikimedia Foundation, fue el primer proyecto al que suscribí una donación a título personal, de manera continuada en el tiempo. Económicamente, es una pequeñez: menos de lo que dejo de propina tras una buena comida en un buen restaurante. Pero es todos los meses, desde hace años. Wikipedia y compañía son proyectos de gran calidad, y eso se nota en sus cuentas: En resumen, los proyectos de la fundación se mastican más de 100 millones de dólares al año. 250 nóminas, servidores, gastos mil… Se puede comprender fácilmente que tienen cientos de millones de usuarios habituales, y probablemente miles de millones usan la wikipedia o alguno de sus proyectos hermanos con cierta regularidad. No es extraño que cueste una fortuna mantenerlo.

iTerm2 es un terminal para MacOS. Valiente tontería, pensará el lector que no trabaje todos los días con uno. Pero los que sí, necesitamos uno que podamos personalizar algo más que un poco para el trabajo que hacemos, y nos permita mantener varias cosas abiertas sin volvernos locos. iTerm2 es gratis, pero una pequeña donación mantiene al amigo George arreglando fallos y refinando el producto.

Wikipedia es una fuente de conocimiento secundario, e iTerm2 es software. ¿Qué nos queda? Ah, sí: Los creadores de contenido: Escritores y periodistas que aún merecen ese nombre, youtubers de varios pelajes, artistas… Aquí traigo varios en ningún orden en particular. Con algunos he mantenido o mantengo donaciones periódicas, otros no, pero todos ellos están en mi lista de limosnaware a tiempo parcial:

  • Jaime Altozano: Vídeos sobre música
  • Blondihacks, This Old Tony y Clough42: Vídeos sobre mecanizado, sobre todo de metales.
  • Metalmundo: Metales, especialmente soldadura.
  • MaquinerosCNC: Metales, especialmente CNC.
  • Date un Vlog: Física

La economía de los pequeños creadores de contenido da a algunos la mayor parte de su sustento, mientras que a muchos otros les justifica trabajar en algo que no les da de comer, pero les gusta, y otros aprecian. Todo ello gracias a la Internet, claro. Vivimos en un mundo en que un herrero vietnamita un poco apañado puede ganar más enseñando a otros cómo trabaja, que con lo que cobra por lo que hace. Fascinante.

Poniendo al día un venerable Mac Mini

Como un boomerang tras un vuelo de varios años, cayó en mis manos de vuelta un Mac Mini modelo A1176. Este es un ordenador venerable, de 32 bits, nacido en 2006 y que, a sus 14 años, tiene ya mucho que contar.

El principal problema que tiene este adorable juguete es el software. Ejecutando como más moderno MacOS 10.6, no puede correr un navegador ni medio moderno (ya no digamos ni medio seguro). Y con sus anémicos 2 gigas de RAM apenas le da para, con una versión casi igual de venerable de VirtualBox, ejecutar un Linux (este sí, al día) en una máquina virtual.

¿Qué se puede hacer?

Total, que claramente necesitaba una puesta al día del hardware para poder ejecutar, al menos, MacOS X 10.7 («Lion») y, con ello, un sistema operativo de 64 bits, acceder a algo más de memoria (el límite son 4 GB, que tampoco es para emocionarse, pero ya da bastante más juego), y todo lo que de ello deriva.

En estos tiempos en que todo va soldado a la placa base y es inampliable y para reemplazarlo hay que cambiar el producto completo, es refrescante encontrarse un ordenador que no solamente aún permite cambiar el procesador, sino que permite cambiarlo por uno mucho mejor: Incorporando el juego de instrucciones amd64, mucha más memoria cache, algo más de frecuencia de reloj, posibilidad de direccionar más memoria… La combinación de todo ello hace que merezca la pena el rato de desmontar y montar. Así que, habiendo leído un interesante artículo al respecto en lowendmac, armado con la correspondiente guía de iFixIt, un procesador T7600 de un vendedor de eBay que desde entonces ha subido 15 dólares, pasta térmica, y 4 GB de RAM también por eBay (el máximo posible) a precio de derribo, me puse manos a la obra.

Hay que decir que lo más difícil de todo el proceso es abrir la carcasa, con sus innumerables pestañas de plástico, sin cargarse ninguna. Una vez hecho eso, aunque la arquitectura interna del chisme no favorece meterle mano, la cosa va bastante fluida. El zócalo del procesador es ZIF y solamente hace falta un destornillador vulgar para girar una cabeza de tornillo, sacar un procesador, y meter el otro. Pero no todo es trivial en informática, especialmente con los productos de Apple que no están pensados, dicho suavemente, para ofrecer flexibilidad a la hora de actualizar.

Para empezar, el ordenador se negará a arrancar si tiene instalada la nueva memoria y el nuevo procesador, pero no se ha actualizado el firmware; y para actualizar el firmware, es necesario tener ya instalado el nuevo procesador. O sea, que al final, lo que hace falta hacer y en este orden, es:

  1. Destripar y cambiar el procesador (y sólo el procesador)
  2. Arrancarlo y actualizar el firmware EFI a la versión «2,1».
  3. Volverlo a destripar y cambiarle/ampliarle la memoria.

Hasta aquí, todos contentos: Tenemos un Mac Mini con MacOS X 10.6 que va como un tiro comparado con cómo iba antes de empezar a meterle mano. Bien. Lo siguiente.

En mi caso, además, quería cambiarle el viejo disco mecánico de origen de 80 GB por un SSD moderno. Y, en este disco, hacerle una instalación limpia de Lion (MacOS 10.7) al disco SSD.

Instalar Lion es una decisión fácil: le funciona todo bien y hacerlo requiere poco trasteo. Pero poco no es lo mismo que nada. Es decir, que no es como si Apple hubiera, en su infinita sabiduría, decidido que oficialmente estos Mini corrieran Lion. Esto, en la práctica, significa que tal como viene en el DVD, no se puede instalar. ¿Y qué opciones hay? Bueno, varias.

Firewire

Hace unos años, cuando todos los Mac llevaban Firewire, tenían un modo llamado «FireWire target mode». Básicamente, arrancando mientras se mantenía pulsada la T, se convertían en un disco FireWire. Si disponemos de un Mac algo más moderno pero que aún tenga puertos FireWire, en el cual Lion acepte instalarse sin más, y de un cable FireWire, no hay más que arrancar el Mini en modo FireWire target y hacerle una instalación usando el otro Mac. Terminada la instalación, se desconecta y ambos Mac arrancan normalmente: El mini, ya con Lion.

Como yo no tenía ni un Mac más moderno con FireWire, ni un cable FireWire, me he tenido que contentar con hacer lo mismo con una máquina virtual.

Con una máquina virtual

Como necesitaba poder hacer la instalación en el disco que luego metería al Mini, ante todo me hice con una carcasa USB a SATA, destripando un viejo IOMega eGo que tenía por ahí.

  1. En otro Mac, en VirtualBox, he creado una máquina virtual a la cual he instalado Lion. En esta máquina virtual, he dejado el sistema «de libro»: Actualizado a la última versión de Lion (10.7.5) y con (ojo al truco) la pequeña modificación que hará que acepte arrancar en este Mini actualizado: Editando /System/Library/CoreServices/PlatformSupport.plist y añadiendo a la lista el identificador de esta máquina, <string>Mac-F4208EC8</string>. No ha sido idea mía; lo he visto en un foro de Insanely Mac.
  2. Hecho eso, he creado una segunda máquina virtual, Linux, a la que he añadido el disco con Lion, el disco SATA por USB, y en el CD de arranque una imagen viva de CloneZilla. Y he usado el CloneZilla para copiar el disco virtual en el SATA. Genial: En este punto, ya tengo un disco que arranca Lion. Ya lo podría montar en su sitio, pero antes voy a hacer otra cosita:
  3. Arrancar con el CD vivo de gparted y mover la última partición (que es la de recuperación, ocupa algo menos de 1 giga) al final del disco.
  4. Ahora ya sí puedo probar a arrancar el disco, poniéndoselo a la máquina virtual por USB y arrancando desde él. ¿Funciona? Genial; pues ahora conviene aprovechar para extender la partición del sistema a todo el espacio que haya. Esto se hace con Utilidad de Discos, o si nos apetece ver los detalles sucios, con diskutil resizeVolume.
  5. Bueno, pues si curiosamente todo ha ido bien hasta ahora, ya se puede apagar todo, desmontar el disco USB y montarlo en el Mini. Y si sigue yendo bien, el Mini debería arrancar.

Algún lector se preguntará: Bueno, ¿y por qué no simplemente crear la máquina virtual solo con el disco destino colgado por USB, y ahí instalar directamente?. Ah, pues porque no todo es tan fácil como parece. Al parecer, el instalador de Lion, o VirtualBox, o algún duende sexualmente insatisfecho por ahí en medio, ha decidido que la segunda fase de la instalación de Lion no vaya bien si se está haciendo en un disco USB 3.0; así que eso no funciona. No probé a usar un convertidor USB 2.0 a SATA, porque no tenía ninguno a mano, pero a lo mejor así funciona y se ahorra el baile de discos virtuales y particiones.

Con esto, aunque no es como para llamarlo un milagro, sí que se consigue darle una extensión a la vida de este simpático y venerable Mac Mini, un ordenador que, aunque todavía trae un lector/grabador de DVDs, ahora tiene un procesador medianamente al día, 4 gigas de RAM, y un sistema operativo menos desfasado que el que tenía.

Para darle algo más de utilidad, se puede instalar Firefox Legacy por ejemplo, con lo que tendremos criptografía al día y una base de código razonablemente fiable.

También se puede instalar Java 7, por ejemplo para correr Minecraft. Aunque Oracle, siendo Oracle, ahora requiere que uno se registre un usuario y le entregue su alma a Ellison solamente para descargar una versión que dejaron de mantener hace años. Pero bueno, es un trato y se puede tomar o dejar.

Venga, ya lo podemos volver a montar. Me pregunto dónde habrán ido a parar todos esos tornillos…

Mac Mini maqueado

Eje Z del visualizador del torno: Conseguido

Pues esto es lo que he perpetrado.

Eje Z funcional, aunque no definitivo.

Al mecanizar la segunda versión de la pieza de metacrilato que une el carro y el captador de la regla, me la he cargado. De momento, la he pegado usando como grapa la pieza que corté de la esquina inferior derecha para librar el motor. Pero ya he pensado hacer una nueva que, además, llegue hasta enrasar con la parte superior del carro para poder atornillarle otra a 90 grados que sirva para sujetar la regla del eje X.

De momento, funciona a las mil maravillas en todo el recorrido del carro.

Actualización (12/7/2020): Siguiendo los sabios consejos de uno que obviamente sabe más que yo, he cambiado el metacrilato por pletina de acero de 6 mm. A simple vista funciona igual de bien, pero por lo que cuenta, la durabilidad de la regla no va a tener nada que ver. Pues amén; un pequeño proyectito sacado adelante:

Fijación del cursor de la regla al carro con pletina de acero

¿Cuántas vueltas llevo? Un visualizador de posición para el torno

Supongo que todos los torneros aficionados, y quizá unos cuantos de los que pertenecen a la claramente superior categoría de los profesionales, hemos pasado en algún momento por el momento en que nuestra máquina nos ha resultado insuficiente, no por falta de técnica sino por alguna carencia de la máquina en sí.

Para mí, ese momento llegó cuando decidí hacer unas roscas M8 a torno. Mis primeras roscas a torno, que nacieron de la necesidad: Lo que intentaba roscar estaba tan duro y mis terrajas son tan cutres (30 pavos el juego, ¿qué vamos a pedir?) que no conseguía hacer la rosca. Primero me tuve que pelear con el pequeño detalle de que mi torno chino, en su «documentación», indica que eso se hace con los engranajes de 45 y 50 dientes; pero con el torno no venía ningún engranaje de 45 dientes. Así que aprendí de la existencia de un tipo de software: El calculador de cascadas de engranajes. Bueno.

Una vez metido en harina, e instruído gracias al gran foro Metal Afición y algunos vídeos de Tu Tubo, pasé media tarde deliciosa haciendo: Palante, ¡Alto!, retira herramienta, mete una décima aquí, mete un par de centésimas allá, repetir. Y repetir, cada vez recordando por dónde iba antes de retirar la herramienta. Qué coñazo. Qué paciencia han tenido todas esas generaciones de torneros de antes de inventarse los visualizadores de posición, también conocidos como «DRO»: Digital Read Out.

Un DRO es un instrumento cuya utilidad es tan sencilla como práctica: Nos dice por dónde anda la herramienta. Esto, que parece trivial a simple vista, deja de serlo en cuanto estamos haciendo algo que se sale de trivial en el torno. Una rosca, a pesar de ser un objeto cotidiano, ya empieza a no ser trivial.

Tras dar algunas vueltas, y nuevamente gracias al Foro, encontré en Aliexpress un vendedor de DROs y artículos relacionados llamado Shenzhen Fivetecnc que envía desde España. Pedido el día 12 por la tarde, entregado el día 15 por la mañana. Brutal.

En el momento de escribir esto, he fijado la regla que lee la posición del eje Z a la bancada del torno, y ando carburando cómo fijar el cursor al carro. Probablemente, lo haga con un cacho de metacrilato. Motivo: Es lo que tengo a mano.

Marcando el agujero del extremo del contrapunto

Al principio, me acongojaba un tanto ponerme a hacer agujeros en el bloque de fundición que es la bancada del torno. Pero en seguida me dí cuenta de que no es para tanto; especialmente, contando con unas brocas y unos machos decentes. En este caso, usé unas brocas Izar y unos machos de una caja de Chaves.

Para marcar los agujeros, primero sujeté la regla al carro con un sargento, separándola con ayuda de un ángulo de aluminio que viene incluído con la regla (y que en este torno no sirve para montar, al menos este eje). Puse unos papeles de enmascarar (de los que se usan para pintar paredes) pegados a la bancada para poder marcar los agujeros con un vulgar boli, marqué con la punta, taladré y rosqué.

Presentando la regla para marcar los agujeros

He verificado con el reloj comparador que la regla no varía más allá de una décima su distancia con el carro, lo cual está dentro de lo recomendado por los manuales de instalación que he leído.

Continuará.

Hablar con la Jolly-Mec

He diseñado una placa (y la he publicado en PCBWay para quien la quiera) para hablar con la Jolly-Mec. Mi caldera usa la electrónica Foghet 9P; la electrónica en cuestión incorpora el mismo chip de comunicaciones (un NXP TDA5051A) que la electrónica original.

La verdad es que la electrónica de Jolly Mec, al menos la Foghet 9P, no va a conseguir ningún galardón. El diseño es básico, aunque a esto cabe argumentar que, en realidad, no hace falta nada más sofisticado.

Pero vivimos en la era de la automatización en casa. Ahora me ha dado por investigarme Home Assistant (que, así en resumen, es pocholo, potente y complicado); y lo que más me dolía de todos mis cacharros caseros era no tener absolutamente ninguna manera de siquiera escuchar lo que la caldera tuviera que decir.

Así que me he liado la manta a la cabezota con el KiCAD y en unos ratos muertos, he sacado eso.

¿Funcionará, o será uno de esos proyectos que se quedan en lo que podría haber sido y no fue? No lo tengo todo claro. Para empezar, tengo que oír lo que va por el bus, que ya de entrada es un reto en sí mismo. Luego, lo tengo que entender. Al menos, lo básico: Ser capaz de escuchar cómo la caldera se enciende, se apaga, informa de temperaturas, presiones… Y no tengo ni idea de si el panel es más o menos autónomo y medio sabe lo que hace, o es un mero satélite de la electrónica principal que le dice hasta lo que tiene que sacar en la pantalla.

En fin. De momento, esperemos que venga la placa fabricada y luego ya veremos. Peor caso, algo aprenderé. Ya actualizaré el presente cuando eso suceda.

Actualización: He verificado que la Foghet 9P funciona como esclava del panel, por el expeditivo método de desconectar el panel con la caldera encendida. Lo que ocurre entonces es que el ventilador sigue funcionando, pero deja de alimentar combustible. Así que todo lo que hace la Foghet 9P es lo que le manda el panel. Esto, en realidad, son buenas noticias: Abre la puerta a sustituir completamente el panel, si no me complica la vida demasiado a efectos de certificación.

A vueltas con el coche eléctrico

En el momento de escribir estas letras, llevo gastados unos 50.000 kilómetros a lo largo de cuatro años y medio de coches eléctricos y acabo de estrenar una moto eléctrica. Durante este tiempo, he pasado de ser el bicho más raro de cualquier aparcamiento en el que paraba, hasta ver varios coches como el mío todos los días.

Sin embargo, para muchos sigue siendo una novedad. Y preocupantemente, para muchos que sobre ellos copian y pegan de las notas de prensa de las marcas cambiando, como mucho, una coma acá y allá. Sin entender mucho y, por tanto, informando poco.

Así que he pensado en ir de frente con algunas cosas que se escriben sobre coches eléctricos.

La autonomía

Es sin duda la cuestión más sobada y menos entendida.

La autonomía depende fuertemente de la velocidad y de, atención, la temperatura exterior. Un suave día de primavera de Gran Canaria en la ciudad, la autonomía es máxima. Un día de invierno cerrado por las autopistas de Guipúzcoa es mínima. Entre medias, todo el resto del abanico.

Pero es que además, la autonomía (incluso considerando el peor caso) es un máximo, un límite más teórico que práctico al que nunca hay que llegar. Para elegir un coche eléctrico, lo que hay que hacer primero es definir el caso de uso para el vehículo. Después ver si la autonomía encaja. Para casi cualquiera que use un coche para ir a trabajar y volver, sin cruzarse media provincia, el coche con menos autonomía del mercado es suficiente. En muchos casos que he conocido, la autonomía llega incluso para dos o tres días sin cargar y sin apurar las cosas. ¿Por qué tanto jaleo con la autonomía? Si el caso de uso anda cerca de la máxima, el coche no vale para ese uso; cosa de buscar otro, o un híbrido enchufable. Y aquí termina el papel de la autonomía en la elección de un coche eléctrico.

El tiempo de carga

Casi todos los coches eléctricos que hay en el mercado, son para ciudad. Si uno no es conductor profesional o se pasa el día entero yendo y viniendo, el tiempo de carga es totalmente irrelevante.

Para cualquier pepe que haga lo que hacemos la mayor parte de los pepes, o sea: Coger el coche por la mañana para ir a trabajar, tal vez llevando a los niños al cole, y volver por la tarde, tal vez pasando a comprar comida o ir a hacer alguna cosa durante el día, la carga va a ser nocturna. Y si el coche termina de cargar a las dos o a las cinco de la mañana, da exactamente lo mismo.

Pero es que, además, el tiempo de carga depende básicamente de dos parámetros: El flujo de carga (que se mide típicamente en kW), y la capacidad de la batería (que se suele medir en una unidad horrible llamada kWh).

En una casa, raramente nos vamos a poner a cargar a flujos de más de unos 3 kW, que es lo que da un enchufe doméstico bien plantado. Por tanto, en casa, el flujo (la velocidad), va a ser exactamente igual para todos los coches. Total: Cero información. Y, ¿qué nos dice comparar tiempos de carga en coches de capacidades de batería diferentes? Nos dice una única cosa: Que tienen capacidades de batería diferentes.

El tiempo de carga, sea hasta el 80% o sea hasta el 100%, o hasta donde sea, es totalmente irrelevante. Es mucho más interesante saber el flujo de carga máximo y la capacidad de batería, por separado.

Por cierto: A las baterías que se usan en coches eléctricos no les va demasiado bien cargarse demasiado deprisa. Los 3 kW de un enchufe eléctrico, hoy por hoy, son la velocidad máxima recomendable para un uso habitual. Personalmente, de hecho, ni siquiera cargo a esa velocidad: No me hace falta, y más despacio es mejor para las baterías.

La red de carga

Los coches eléctricos son el presente de la movilidad urbana, no tanto de la interurbana, siempre y cuando tengamos una «base» donde cargarlos todos o casi todos los días. No se puede contar con la infraestructura pública, básicamente por dos motivos:

  1. Es escasa. Y además, no podemos contar con ella como con las gasolineras. Si descansamos sobre la disponibilidad de la carga pública, nos irá mal.
  2. Es cara. Muy cara. Un coche eléctrico consume muy poquito si nos lo llevamos a euros a los 100 kilómetros: Por debajo de 2. Pero si cargamos en postes públicos, nos podemos encontrar yendo a 5 o más, o sea, precios de coche de hidrocarburos.

No hay paralelismo con los coches tradicionales. En el caso de los eléctricos, necesitamos nuestro propio (o ajeno, pero a nuestra disposición) punto de carga. Basta un buen enchufe, no vamos a cargar las baterías de la Estación Espacial Internacional. Un enchufe como para un horno, colgado de nuestro contador, preferiblemente instalado por alguien que sepa lo que está haciendo.

Los coches eléctricos son una maravilla de usar y mantener, porque su uso es muy agradable y su mantenimiento muy, muy barato. Pero, como con cualquier otra cosa, conviene entender bien lo que estamos considerando. Preferiblemente, de primera mano. Hay foros estupendos (por ejemplo, este) en los que muchos usuarios llevan años y kilómetros de experiencia. La mía, lo que dice es que no volveré a comprar un coche de hidrocarburos: Si necesito uno, lo alquilaré y listo.

Un timbre de puerta por Telegram

En mi inagotable afán de hacer complicado lo fácil, e imposible lo complicado, se me ha ocurrido que será utilísimo tener un timbre de puerta que, además de hacer algún soniquete a lo tradicional, avise por Telegram.

Aunque unas primeras búsquedas por san Google parecen indicar que conectar con Telegram para largar un mensaje es algo complicado, nada más lejos de la realidad. De hecho, es la simplicidad misma, y basta un programita de cuatro líneas.

Lo primero que necesitamos es un bot. Esto se hace hablando con el BotFather. A cambio del comando /newbot y responder a dos sencillas preguntas, nos suministará un token para acceder a la API.

Por otra parte, el timbre tiene que ser reconocible como tal y, para ello, nada mejor que instalar un pulsador como los de toda la vida. Ninguna norma dice que un pulsador que se hizo para 230V no pueda funcionar a 3 y un poquito. He cableado este pulsador entre los pines GND y 18 del conector GPIO. ¿Y por qué el 18? Bueno, ¿y por qué no?. Está cerca de GND y así puedo usar una sola carcasa de conector para los dos.

Total, que solo falta un programita que vigile el pin 18 y, si cambia de estado, largue un Telegram.

Paradójicamente, de esto lo complicado es largar el Telegram, y solo por un motivo: Para hacerlo, hay que encontrar el identificador de nuestra cuenta, de nuestro grupo o de dondequiera que sea que queramos mandar las notificaciones. Esto, que parece una chorrada, resulta tan enrevesado de hacer con la propia API que existe un bot, llamado get id, cuyo propósito en la vida es solamente obtener estos identificadores.

Total, que ya lo tenemos todo. Y este es un programita, con datos evidentemente ficticios, que funciona sin más problema que poner los reales y tener instalado Python 3 y las librerías adecuadas:

#!/usr/bin/python3

# Datos averiguados gracias a get_id:
# Hello tumismo
# Your Chat ID = xyzt
# User Name = gniapas238

# Your group Chat ID : -abcde
# Title : Casa

import RPi.GPIO as GPIO
import time
import requests
import logging
import json

telegramToken='el token va aqui'
telegramAPI = "https://api.telegram.org/bot{}/".format(telegramToken)

def mensajear():
 url = telegramAPI + "sendMessage?text={}&chat_id={}".format('Llaman a la puerta', '-abcde')
 resultado=requests.post(url)
 return

GPIO.setmode(GPIO.BCM)
GPIO.setup(18, GPIO.IN, pull_up_down=GPIO.PUD_UP)

logging.basicConfig(filename='/var/log/puerta.log',format='%(asctime)s %(message)s',level=logging.DEBUG)

while True:
 input_state = GPIO.input(18)
 if input_state == False:
  logging.warning('Llamada al timbre')
  time.sleep(0.2)
  # Dar la lata por Telegram
  mensajear()
 time.sleep(0.1)

En el bucle he introducido unos retardos, uno para eliminar rebotes y el otro para dejar que la CPU de la incansable Raspberry Pi descanse. Para un procesador ni medio moderno, una décima de segundo son vacaciones.

vBus a json

Hace años, cuando compré el controlador que regula mis placas solares de calentar agua (un invento totalmente recomendable, por cierto) solo miré una cosa: Que el controlador hablara algo inteligible. Vamos, que no fuera una pieza de electrónica aislada del mundo, sino que pudiera, más o menos, integrarlo con el resto de controles de la casa. Ví que ofrecía algo llamado «vBus» y también un puerto serie, así que pensé que ya haría algo en su día, si eso.

Víctima de mi procrastinación compulsiva, ese día llegó años después.

Resol, el fabricante del controlador en cuestión, ofrece una pasarela de vBus a Ethernet. También ofrece un servicio por Internet que permite ir almacenando los datos, consultarlos y descargarlos.

Decidí que no quería la pasarela porque piden por ella algo más de 200 euros, y me parece injustificable ese precio por ese cacharrillo; y decidí que no quería el servicio por Internet porque, en fin, son mis datos, y no me apetece que los manoseen terceros de los que no sé casi nada. Y cobrando por ello, además.

Así que me hice un circuito que convierte los niveles lógicos de vBus, que es una señal diferencial, a TTL; nivel TTL que se puede enchufar directamente a la entrada serie de un Arduino o cosa similar. Otros antes que yo hollaron esa senda, así que tuve la fortuna de contar con el producto de sus esfuerzos para allanar el camino.

Y como me costó un poco hacer que funcionara el invento, decidí compartirlo también.

Creo que por la integración del hardware, tampoco esta vez me van a dar ningún premio. Pero funciona, y la caja de poliestireno que utilicé es singularmente adecuada para el entorno en que está montado. Función sobre forma.

Los enganches Bachmann de escala IIm («large scale» o «G»)

Algo debí sospechar cuando observé que, ya en la caja de iniciación, vienen varios de recambio.

Los enganches de lazo y gancho de escala grande universales son de lazo y gancho. El gancho se mantiene en posición horizontal merced a un muelle que Bachmann, y también LGB, hacen del mismo material plástico que el propio gancho. Esta construcción es barata. Pero solo para ellos; en la tienda cuestan una fortuna, de 4 a 10 euros, cuando fabricarlos debe estarles saliendo por un puñado de céntimos.

Fastidiándome mucho que me vendan un producto cutre y me lo cobren como bueno, he decidido no comprar ninguno de estos enganches. Pero mientras me decido a cambiarlos todos por unos Kadee o algo así, y tras largas noches sin dormir, he ingeniado una forma sencilla y barata de reparar los enganches cuyos muelles se parten.

Consiste la cosa en eliminar, primero, el muelle original sacando el tornillo que lo sujeta. Con el enganche desmontado, se puede proceder a lastrar la parte trasera con cualquier cosa que haya a mano; el g

Enganche reparado. El gancho está en posición inferior porque la locomotora está tumbada en esta foto.

ancho sube, entonces, por la palanca sobre la articulación. Yo he usado un par de trocitos de hierro, pegados con pegamento de contacto -para qué más- y pintados de negro -qué menos-. No obstaculizan el movimiento del gancho, son una solución prácticamente irrompible, y en mis pruebas (nada científicas), lo he encontrado perfectamente fiable.

Puede que algún día los cambie por unos enganches de garra o de gancho y tensor; pero, entretanto…

kits ferroviarios de latón

En Trenes H0, y en otras partes imagino, hay un tema recurrente sobre los kits de latón: Empezar. Queridos compañeros modelistas: lo primero que os tengo que decir es que es fácil. Oh, por supuesto hay piezas difíciles; habitualmente, las locomotoras lo son. Sin embargo, un vagón de dos ejes está al alcance de cualquiera que pueda cocinarse su propia comida. Y, al igual que con las comidas, el problema es: ¿Por dónde empezar?. Pues bien, hagamos como en la cocina (estancia que ha alumbrado no pocos vehículos ferroviarios de latón): Empecemos con los ingredientes.

  • Un kit de latón de buena calidad (ATF, Lacalle…) de un vehículo ferroviario de dos ejes.
  • Un soldador decente de potencia media.
  • Un soporte y una esponja de limpiar el soldador.
  • Decapante.
  • Aleación de soldar (se le suele llamar estaño por su componente principal).
  • Unas tijeras pequeñitas con la punta curva.
  • Un taco de lija fina.
  • Una mesa plana o tablero bien plano que se pueda churruscar, ensuciar, rayar…
  • Un paquete de pinzas de madera.
  • Un taco de madera o hierro bien paralelepípedo (o sea, con todas sus caras adyacentes a 90 grados)
  • Un tornillo de banco decente con mordazas tirando a planas.
  • Un cepillo de dientes viejo.
  • Un lugar bien ventilado.

Si nos ponemos exquisitos y lo queremos pintar, lo haremos en otro artículo.

Describiré brevemente estos elementos, con la idea de ayudar a decidir qué comprar.

En cuanto al soldador, yo uso un JBC 30S (24W) para la mayoría de las piezas, y un JBC 80S (95W) para las piezas grandes (que disipan el calor y necesitan, por tanto, más calor). Hay buenos modelistas que se apañan perfectamente solo con un soldador de unos 100W de punta fina. Es viable usar un soldador de una potencia intermedia, digamos de unos 50W, para todos los trabajos, hablando de kits sencillitos (por ejemplo, vagones de dos ejes) de escala H0 o menor. La recomendación universal es que sea un soldador de buena calidad, no uno de origen sospechoso comprado a dos euros en una gran superficie. Tampoco hay que volverse loco: El precio de los mencionados ronda, en el momento de escribir este artículo, los 25 y 75 euros respectivamente.

La esponja de limpiar el soldador suele venir con el soporte de soldador, que se vende conjuntamente con el mismo o por separado. Personalmente, utilizo un soporte JBC pero no uso la esponja ni el limpiador del mismo, sino una de ricitos (estilo nanas) que se ve en la parte inferior de la foto y que tiene las ventajas de no necesitar humedecerse, no bajar la temperatura de la punta, dejarla perfectamente limpia con solo «pinchar» un par de veces y costar dos pesetas. El soporte de soldador es un lujo; puestos a no gastar, se puede prescindir perfectamente. Solo hace falta un sitio donde dejar un pedacito de hierro que normalmente anda entre 300 y 400 grados de temperatura, de manera que en ningún momento huela a carne y/o a casa quemada. Aunque así descrito puede sonar peligrosísimo, es el mismo problema que el de los fuegos de cocinar, y el soldador es bastante más pequeño. Ojo al cable.

El decapante sirve para facilitar la soldadura. Alguien sabrá cómo lo hace; yo, no. Sí puedo decir que soldar con decapante es fácil y da buenos resultados. Sin decapante, es difícil. Así que lo uso y listo. El que tengo lo compré, si no recuerdo mal, en el departamento de fontanería de Leroy Merlín. Es de esperar que lo tengan en cualquier buen comercio del ramo.

La aleación de soldar, a veces llamada fundente o estaño, se presenta en forma de hilo en un rollito. Lo más frecuente es que contenga estaño, plomo y, a veces, plata; pero, debido a lo poco recomendable que es el plomo para el organismo humano, ahora se vende también sin él. Hay quien dice que la soldadura sin plomo es más difícil; yo no lo sé, porque aún me queda mucha soldadura con plomo, así que no me he puesto a averiguarlo. Uso estaño de electrónica, con alma de resina. Esto último no es imprescindible dado que usamos decapante, pero no me voy a poner a quitarla. Este es otro componente en que no conviene escatimar: La diferencia de un buen estaño a uno malo es considerable en resultado, pero no en precio. Cien gramos de hilo de aleación de estaño 60% – plomo 40% dan para hacer unos cuantos vagones, y cuestan cinco euros.

Tijeras… Qué vamos a decir. Que sean de buena factura, de esas chiquititas con la punta curva que hay en casi todos los cuartos de baño. Como las vamos a usar para cortar latón, si no son buenas se mellarán, cortarán mal, y habrá que comprar otras. Recuerda, querido lector: Nadie es lo bastante rico como para comprar demasiado barato.

El taco de lija fina tiene varias utilidades: Repasar las rebabas y aristas de las piezas de latón y servir de apoyo para hacer dobleces curvos (techos, calderas, guardabarros…) En rigor, debería ser lija de metales; en la práctica, como estamos trabajando con un metal bastante blando y en láminas bastante delgadas, sirve casi cualquiera. Inserta aquí el rollo sobre la calidad. Grano 300 por lo menos, mejor si es algo más, y esponja consistente.

La mesa, pinzas, taco y tornillo de banco tienen como misiones ayudar a plegar las piezas por donde sea necesario y sujetarlas mientras se suelda. En particular, es increíble lo útiles que son unas pinzas de madera que se venden a un euro las cuatro docenas (aunque, como siempre, mejor una docena por el mismo precio si son de mejor calidad). Las pinzas se desmontan y tallan al vuelo sin remordimiento para sujetar o doblar partes difíciles y, cuando están muy churruscadas, aún sirven para alimentar la chimenea de la casa del pueblo o para ayudar a encender la locomotora de verdad. Huelga decir que las pinzas de plástico, tanto de ropa como de bricolaje, no sirven: En cuanto se calientan un poco, se derriten.

El cepillo de dientes sirve para lavar el modelo tras cada sesión. No tras cada soldadura, sino antes de guardarlo para continuar otro día. Esto es necesario porque los restos de decapante son perjudiciales para el metal, así como para el acabado, y deben ser retirados. Yo ahora uso un limpiador ultrasónico, que es más cómodo (llenar, poner el chisme dentro, y darle al botón) y llega a todos los rincones; pero para empezar, dista mucho de ser imprescindible. No hay ninguna contraindicación para usar un cepillo de dientes ya desechado para su primera función, siempre que le quede algo con que rascar.

Con este sencillo taller, que nos puede haber costado lo que uno o dos kits de vagón de dos ejes, podemos ponernos a funcionar.

 

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