En Trenes H0, y en otras partes imagino, hay un tema recurrente sobre los kits de latón: Empezar. Queridos compañeros modelistas: lo primero que os tengo que decir es que es fácil. Oh, por supuesto hay piezas difíciles; habitualmente, las locomotoras lo son. Sin embargo, un vagón de dos ejes está al alcance de cualquiera que pueda cocinarse su propia comida. Y, al igual que con las comidas, el problema es: ¿Por dónde empezar?. Pues bien, hagamos como en la cocina (estancia que ha alumbrado no pocos vehículos ferroviarios de latón): Empecemos con los ingredientes.
- Un kit de latón de buena calidad (ATF, Lacalle…) de un vehículo ferroviario de dos ejes.
- Un soldador decente de potencia media.
- Un soporte y una esponja de limpiar el soldador.
- Decapante.
- Aleación de soldar (se le suele llamar estaño por su componente principal).
- Unas tijeras pequeñitas con la punta curva.
- Un taco de lija fina.
- Una mesa plana o tablero bien plano que se pueda churruscar, ensuciar, rayar…
- Un paquete de pinzas de madera.
- Un taco de madera o hierro bien paralelepípedo (o sea, con todas sus caras adyacentes a 90 grados)
- Un tornillo de banco decente con mordazas tirando a planas.
- Un cepillo de dientes viejo.
- Un lugar bien ventilado.
Si nos ponemos exquisitos y lo queremos pintar, lo haremos en otro artículo.
Describiré brevemente estos elementos, con la idea de ayudar a decidir qué comprar.
En cuanto al soldador, yo uso un JBC 30S (24W) para la mayoría de las piezas, y un JBC 80S (95W) para las piezas grandes (que disipan el calor y necesitan, por tanto, más calor). Hay buenos modelistas que se apañan perfectamente solo con un soldador de unos 100W de punta fina. Es viable usar un soldador de una potencia intermedia, digamos de unos 50W, para todos los trabajos, hablando de kits sencillitos (por ejemplo, vagones de dos ejes) de escala H0 o menor. La recomendación universal es que sea un soldador de buena calidad, no uno de origen sospechoso comprado a dos euros en una gran superficie. Tampoco hay que volverse loco: El precio de los mencionados ronda, en el momento de escribir este artículo, los 25 y 75 euros respectivamente.
La esponja de limpiar el soldador suele venir con el soporte de soldador, que se vende conjuntamente con el mismo o por separado. Personalmente, utilizo un soporte JBC pero no uso la esponja ni el limpiador del mismo, sino una de ricitos (estilo nanas) que se ve en la parte inferior de la foto y que tiene las ventajas de no necesitar humedecerse, no bajar la temperatura de la punta, dejarla perfectamente limpia con solo «pinchar» un par de veces y costar dos pesetas. El soporte de soldador es un lujo; puestos a no gastar, se puede prescindir perfectamente. Solo hace falta un sitio donde dejar un pedacito de hierro que normalmente anda entre 300 y 400 grados de temperatura, de manera que en ningún momento huela a carne y/o a casa quemada. Aunque así descrito puede sonar peligrosísimo, es el mismo problema que el de los fuegos de cocinar, y el soldador es bastante más pequeño. Ojo al cable.
El decapante sirve para facilitar la soldadura. Alguien sabrá cómo lo hace; yo, no. Sí puedo decir que soldar con decapante es fácil y da buenos resultados. Sin decapante, es difícil. Así que lo uso y listo. El que tengo lo compré, si no recuerdo mal, en el departamento de fontanería de Leroy Merlín. Es de esperar que lo tengan en cualquier buen comercio del ramo.
La aleación de soldar, a veces llamada fundente o estaño, se presenta en forma de hilo en un rollito. Lo más frecuente es que contenga estaño, plomo y, a veces, plata; pero, debido a lo poco recomendable que es el plomo para el organismo humano, ahora se vende también sin él. Hay quien dice que la soldadura sin plomo es más difícil; yo no lo sé, porque aún me queda mucha soldadura con plomo, así que no me he puesto a averiguarlo. Uso estaño de electrónica, con alma de resina. Esto último no es imprescindible dado que usamos decapante, pero no me voy a poner a quitarla. Este es otro componente en que no conviene escatimar: La diferencia de un buen estaño a uno malo es considerable en resultado, pero no en precio. Cien gramos de hilo de aleación de estaño 60% – plomo 40% dan para hacer unos cuantos vagones, y cuestan cinco euros.
Tijeras… Qué vamos a decir. Que sean de buena factura, de esas chiquititas con la punta curva que hay en casi todos los cuartos de baño. Como las vamos a usar para cortar latón, si no son buenas se mellarán, cortarán mal, y habrá que comprar otras. Recuerda, querido lector: Nadie es lo bastante rico como para comprar demasiado barato.
El taco de lija fina tiene varias utilidades: Repasar las rebabas y aristas de las piezas de latón y servir de apoyo para hacer dobleces curvos (techos, calderas, guardabarros…) En rigor, debería ser lija de metales; en la práctica, como estamos trabajando con un metal bastante blando y en láminas bastante delgadas, sirve casi cualquiera. Inserta aquí el rollo sobre la calidad. Grano 300 por lo menos, mejor si es algo más, y esponja consistente.
La mesa, pinzas, taco y tornillo de banco tienen como misiones ayudar a plegar las piezas por donde sea necesario y sujetarlas mientras se suelda. En particular, es increíble lo útiles que son unas pinzas de madera que se venden a un euro las cuatro docenas (aunque, como siempre, mejor una docena por el mismo precio si son de mejor calidad). Las pinzas se desmontan y tallan al vuelo sin remordimiento para sujetar o doblar partes difíciles y, cuando están muy churruscadas, aún sirven para alimentar la chimenea de la casa del pueblo o para ayudar a encender la locomotora de verdad. Huelga decir que las pinzas de plástico, tanto de ropa como de bricolaje, no sirven: En cuanto se calientan un poco, se derriten.
El cepillo de dientes sirve para lavar el modelo tras cada sesión. No tras cada soldadura, sino antes de guardarlo para continuar otro día. Esto es necesario porque los restos de decapante son perjudiciales para el metal, así como para el acabado, y deben ser retirados. Yo ahora uso un limpiador ultrasónico, que es más cómodo (llenar, poner el chisme dentro, y darle al botón) y llega a todos los rincones; pero para empezar, dista mucho de ser imprescindible. No hay ninguna contraindicación para usar un cepillo de dientes ya desechado para su primera función, siempre que le quede algo con que rascar.
Con este sencillo taller, que nos puede haber costado lo que uno o dos kits de vagón de dos ejes, podemos ponernos a funcionar.