Dexterity en el Altxerri

 

Cuando ya creía que había comprado mi último CD, obnubilado por las maravillas del iTunes Store, en el que se pueden comprar a golpe de ratón y por un precio irrisorio las canciones que a uno le da la real gana sin cargar con todo un álbum que puede quererse o no, me encuentro con esta pequeña joya que vende la empresa ilerdense Satchmo y que ha «masterizado» (ya me disculparán, señores de la Academia e hispanoablantes en general) el colega Borja allá en su estudio de Bilbao. Para quien guste del jazz, y en especial de ese sonido tan irrepetible que tienen las sesiones de jazz en un local, de noche y con buenos músicos, esto es de lo más parecido a ello que se puede llevar en el coche.

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Realmente, al escuchar pequeñas joyas como ésta (grabada y masterizada en España, curiosamente, y muy bien hechas ambas cosas), uno se pregunta cómo puede estar en crisis la industria discográfica… Y se responde a sí mismo seguidamente, claro. ¿Cuántos discos no ya buenos, como éste, sino meramente presentables, pueden adquirirse por 9 euros?.

Estos tipos no van a La Moncloa en un autobús a hacer una pantomima absurda, y si no fuera obligatorio (ahí es nada: Una entidad privada recaudando impuestos), tampoco pagarían a la SGAE, que Dios confunda. Se lo pasan bien tocando y sacando su disco, se ganan la vida con ello y los que les escuchamos compartimos brevemente esa sensación de placidez mental, ese mecerse con las olas, o como quiera cada uno describir la indescriptible sensación de escuchar buena música. Dicen los abogados que toda compra es un contrato; yo considero su parte cumplida a entera satisfacción.

 

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Volando el Dimona en Ocaña

A principios de Agosto de 2.006, me dio por acercarme por Ocaña y preguntar si había motoveleros volables. No había volado ninguno desde que retiraron los veteranos RF-4 «Serranía» (diseño de René Fournier fabricados bajo licencia por Aeronáutica de Jaén). Comparado con éstos, el Dimona es un prodigio de la tecnología: No hay que aflojar el arnés para llegar a los mandos, ningún mando hace callo, y no hay que acordarse de poner y quitar pinchitos en la rueda de cola para ir a volar. Es mucho más rápido (150 km/h de crucero económico) y planea mejor.{mosimage}

En fin. Tras un breve calentamiento en la pista, nos fuimos a dar una vuelta por La Mancha. Arrancar y parar el motor del Dimona es facilito, y la hélice se puede poner en bandera. Esto lo convierte en un planeador bastante razonable, sobre todo teniendo en cuenta lo que puede llegar a volar con motor (más de 1.000 km a 150 km/h, con una temperatura otoñal). El vario del Dimona que Senasa tiene vivo no pita, así que hay que estar con un ojo en él para centrar térmicas. Un buen ejercicio, sobre todo para uno que hacía un año que no volaba.

El tiempo pasa volando cuando uno está entretenido en estas cosas, y para cuando nos dimos cuenta llevábamos una hora y pico en el aire. Solamente en un momento durante el vuelo recordé sacar el móvil y echar una foto al azar, teniendo la suerte que se puede ver al lado de este párrafo. {mosimage}

Teniendo motor que gastar, decidí ir a dar una vuelta por la vía del Ave y contemplar desde el aire algunas instalaciones ferroviarias. Como en una ocasión anterior, apareció en aquello un Ave por allí y, por mucho motor que gasté, se perdió en el horizonte sin que pudiera siquiera acercarme. Realmente, esto es un ejercicio de romanticismo ignorando las leyes de la física: Dimona, crucero máximo 190 km/h, velocidad nunca exceder 270; Ave de Alstom, velocidad de crucero 300 km/h.

Por otra parte, aterrizar un Dimona con viento cruzado es un suicidio. La poco dócil rueda trasera, junto con el robusto tren principal de dos pedazo ruedas, manda tan pronto se posa en el suelo. Es menester poner los tres puntos en el eje de la pista, o el avión se va hacia donde esté apuntando más rápido de lo que se tarda en contarlo. Tomamos con solamente unos nuditos de viento del Norte, y poco nos faltó para asustarnos. No tanto, hay que decir, como cuando en mi primera toma en el RF-4 saltó el remaldito pito de la pérdida, obviamente en el momento crítico; casi dejo imborrable recuerdo de mi impresión en el asiento, pero me contuve a tiempo en ambas ocasiones.

En fin, querido lector, que si algún día te aburres en casa, acércate por Ocaña y pide que te den una vuelta en el Dimona. Es mucho menos deportivo que un velero, que sigo prefiriendo a día de hoy, pero tiene la ventaja de que se puede ir lejos sin arriesgarse a aterrizar en un sembrao y que le recojan a uno deshidratado y maldiciendo su estrella.

El aeródromo de Ocaña está en el km 64 de la carretera de Andalucía, teléfono 925130769.

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Sayat Nova

Un restaurante original y cuidado, que sirve una comida exótica agradable a paladares sin grandes prejuicios. Así es Sayat Nova, un restaurante que lleva toda la vida en la calle Costa Rica sirviendo a precios razonables su estupenda cocina armenia.

En Sayat Nova es recomendable acompañar sus platos, que al no iniciado parecerán una mezcla entre árabes y orientales (véase Armenia en un mapamundi para comprender la razón), con bebidas igualmente típicas. Resulta interesante comprobar cómo armoniza la degustación de sus platos de interesantes sabores con su típico yogurt fluído, por raro que suene antes de probarlo. Puede cenarse muy bien en Sayat Nova por un coste de alrededor de los 20 euros por comensal, y hay que pedir por la columna derecha para gastar más de 30. Sayat Nova está en Costa Rica, 13. Teléfono 913508755.

 

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La Recoleta

De entre muchos restaurantes céntricos de Madrid capaces de despachar buena carne, La Recoleta destaca no tanto por la muy estimable calidad de la suya, como por una relación calidad/precio que destaca incluso teniendo por vecino al venerable Cuarto y Mitad. Ofrece este lugar un entorno agradable para comer o cenar, con menús del día a un precio no popular, pero razonable. La estrella, el chuletón con braserillo de carbón en la mesa. En la factura, adjuntan el ticket con la pesada de la carne. Medio kilo por barba es suficiente para salir rodando, y el coste de semejante ración queda por debajo de los veinte euros que, añadidos a unos entrantes, vino y café, raramente suman más de treinta y cinco euros por comensal. La decoración es agradable, el servicio atento, y dispone de un aparcacoches que personalmente no utilizo, prefiriendo el cercano aparcamiento Vinci. La Recoleta está en el 49 de Alberto Alcocer, casi enfrente de Gerardo, y al lado de una muy estimable tienda de vinos y manjares. Teléfono 913506338.

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Alfredo’s Barbacoa

Alfredo’s barbacoa es de los pocos sitios que quedan en los que es posible comer algo decente por un precio razonable. Comida americana y más concretamente tejana: Traducido, hamburguesas, chili con carne y otras especialidades culinarias para los que tienen el ácido úrico excesivamente bajo. La carne es excelente y se pueden comer unos entrantes, una hamburguesa de cuarto de kilo de una carne de calidad bien razonable, un vino decente y un café por unos 20 euros por barba.

El sitio lleva abierto toda la vida en Juan Hurtado de Mendoza, 11, cerca de la Plaza de Castilla; teléfono 91 345 16 39. El original lleva toda la vida y algo más en Lagasca, 5, teléfono 91 576 62 71. Además, es uno de los pocos restaurantes que conozco que tiene una página web decente.

 

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El vagón de Beni

Como una inesperada recompensa a un mérito que nunca hice. Así se nos presentó, a un amigo y a mí, un buen día que vagábamos por la sierra de Madrid el restaurante que más disfruté por lo menos ese año.

Llegando al pueblo de Hoyo de Manzanares, íbamos buscando dónde comer, ya con alguna preocupación pues eran horas. Nos detuvimos al paso de una señora de la localidad, que nos explicó que había un restaurante bueno, que era el que la gente que iba de paso normalmente iba buscando, y que se llamaba El Vagón de Beni; y que se llegaba por aquella calle, y luego a la izquierda. Así lo hicimos, y cuál no sería mi sorpresa y mi agrado al descubrir que el vagón de Beni era un vagón de viajeros de ferrocarril, de madera, de bogies, puesto en un lugar imposible (luego me contaron que tuvieron que tirar un murete para poder meterlo por allí) y ambientado tan bien como es posible imaginar: Vía con balasto, marquesina, edificio de la estación y ambiente ferroviario.

Muchas veces se piensa, las más de las veces justificadamente, que la originalidad de un restaurante pesa en un plato de la balanza, equilibrando la calidad. ¿Es este un ejemplo de ello? ¡No! Una ensalada magistralmente resuelta y un tronco de atún como pocos he vuelto a comer en Madrid nos convencen rápidamente de lo contrario. ¿Qué mayor felicidad para un ferroviario aficionado y tripero profesional que encontrar un gran restaurante en el interior de un vagón de madera magníficamente restaurado?

El precio de la comida no fue caro pero tampoco comedido, en el entorno de los 40 euros; si bien hay que decir que comimos de lo mejor que ofrecía una carta por demás pródiga en títulos que abren el apetito a su sola lectura. La atención, excelente, sin estiramientos; incluso me enseñaron, ante mi interés, el álbum de fotos de la construcción de aquel mágico lugar. Salimos encantados y juré volver. Y volví.

El Vagón de Beni está en San Macario, 6, muy cerca del Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares; teléfono 91 856 68 12.

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Digitalizar y mejorar la 269 de Ibertren (N)

Como es bien sabido por todo el que tenga uno, los motores Ibertren no se encuentran entre los mejores que se han fabricado. En el caso que nos ocupa, el motor necesitaba una sustitución completa. Además, se deseaba convertir la locomotora a formato digital. Y ya que nos poníamos, quisimos poner tomas de corriente adicionales, puesto que las dos tomas por lado de Ibertren, ambas en el mismo bogie, se quedan muy cortas y la locomotora se para en el primer corazón largo o pedacito de vía sucia. Puestos a pedir, también quisimos poner luces. En algún momento al principio del proyecto, decidimos que la vida era demasiado sencilla y nuestra inventiva muy potente, por lo que acordamos dotarla de un volante de inercia. Y, habiendo tenido un día creativo, pensamos que no estaría de más retocar el aspecto exterior.

Con todo esto, nos armamos de tiempo y de buena herramienta y podemos decir que logramos nuestro objetivo y nos lo pasamos bien entretanto. Sin haber tenido que hacer nada demasiado complicado, la locomotora anda ahora como nunca: pasa por encima de los desvíos y cruces sin hacer la menor señal de detenerse, el volante de inercia le aporta una suavidad de marcha excepcional y el aspecto es mejor que el que tenía nueva. Por supuesto, el decodificador digital hace que maniobrarla sea una maravilla; más sobre esto un poco más adelante.

El motor

La parte más compleja de la transformación ha sido, sin duda, la sustitución del motor. Para ello, hemos seleccionado un motor lo más parecido posible en forma al original de Ibertren. Sin embargo, como la mera sustitución del motor Ibertren por uno similar era demasiado sencilla, decidimos complicarnos la vida instalando un volante de inercia para mejorar aún más el comportamiento de la locomotora. Empezamos por la selección del motor. Debía caber en el vano del antiguo sin modificar demasiado el chasis, por supuesto debía ser mejor que el Ibertren y además debía tener un eje que permitiera acoplar el sinfin de origen. Todas estas características las cumplía un motor de la gama Mashima, modelo MH-1220. Este motor, además, nos permitió poner un volante de inercia en el lado opuesto al sinfín. Esto, hay que decir, fue a costa de realizar bastante trabajo de vaciado de chasis.

Para la sustitución del motor, es necesario llevar a cabo las siguientes tareas:

  1. Desmontar el motor Ibertren.
  2. Desmontar el sinfin del motor.
  3. Rebajar el chasis de la locomotora para que quepan el motor y el volante.
  4. Recortar el eje del motor nuevo.
  5. Montar el sinfin en el motor nuevo.
  6. Montar el volante de inercia.
  7. Rebajar el chasis de la locomotora para que quepan el motor y el volante.
  8. Dotar al motor de un soporte de chapa para sujetarlo al chasis.
  9. Soldar, atornillar, engrasar y probar.

Desmontaje del motor

No nos vamos a detener mucho aquí. Son tres tornillos y dos soldaduras. Solamente señalar que utilizaremos dos de los tornillos posteriormente, así como la pieza de plástico que sujeta el motor, por lo que es menester guardar todo esto con cuidado. Desmontaje del sinfin Esta es una de las partes más duras, por cuanto el encaje con el eje del motor es bastante fuerte. En nuestro proceso de desmontaje, cometimos el error de tirar del sinfin por un lado y de la armadura del motor por otro. Ante nuestra sorpresa, cede antes toda la armadura que el sinfín, ocasionando que el rotor quede sin eje, y el motor, en varios pedacitos esparcidos por toda la mesa. Suponemos que debe haber una forma mejor de llevar a cabo este paso, pero así nos salió a nosotros. Con el eje del viejo motor al aire, simplemente tiramos con un par de alicates, por un lado del sinfín (cuidando de no apretarlo demasiado) y por otro del eje (este sin piedad, pues no preveíamos usarlo para nada más). El sinfin acaba saliendo tras algunos esfuerzos.

Rebajar el chasis de la locomotora para que quepan el motor y el volante.

Esto es tan duro como suena. En nuestro caso, lo hicimos con una fresa de metal de alta velocidad (ver el cuadro Herramientas). La parafina líquida es bastante útil en este paso, porque lubrica ligeramente las piezas que estamos trabajando, impidiendo que adquieran una temperatura demasiado elevada y además impiden que las virutas de metal salgan volando. El tornillo de banco ha sido una herramienta indispensable, en especial durante el vaciado del chasis para alojar el volante de inercia. En este proceso, hay que tener en cuenta que tenemos que dejar algo de metal para que se apoye la pieza que sujeta el motor por arriba. Y digo apoye porque, inevitablemente, nos llevaremos por delante la rosca del tornillo. La parte más difícil es dejar un apoyo de 5 mm de alto en la cuna del motor, por el lado del volante de inercia, en el cual se apoya el motor a la altura de las escobillas. Para hacer esto, recortamos un trocito de cartulina de 5 mm de alto y lo encajamos al lado del saliente que había que recortar, disponiendo así de una referencia en todo momento.

Recortar el eje del motor nuevo

Presentando el motor en su sitio, podemos observar que tanto por el lado del sinfín como por el del volante de inercia sobran unos milímetros de eje. Para calibrar cuánto eje cortar del lado del sinfín, podemos ayudarnos de una aguja o de un eje de un diámetro menor que 1,5 mm. La medida no es crítica, y un milímetro de más o de menos no debería tener ninguna consecuencia significativa sobre el resultado final. Después de recortar el eje es menester limarlo en forma cónica, pues de lo contrario ni el sinfín por un lado, ni el volante de inercia por el otro, entrarán bien. Para esto, nada mejor que suministrarle corriente y pasar una lima suavemente por el extremo del eje, a 45º.

Montar el sinfin en el motor nuevo.

Esto no tiene ningún misterio. Una gota de cianoacrilato en el eje, y listo.

Recortar el eje del motor nuevo, por el lado del volante de inercia.

La medida es muy fácil, pues solamente hay que presentar el volante y marcar. Recortar de más no es recomendable, pero tampoco es grave si solamente se trata de un milímetro o dos.

Montar el volante de inercia.

El volante de inercia debe ir lo más cerca posible del motor, con el fin de reducir las vibraciones y también reducir al mínimo el vaciado del chasis. Hemos engrasado el eje del lado de las escobillas antes de proceder, pues si hay una fuga de cianoacrilato será de menores consecuencias, y por otra parte el volante de inercia tan cerca del motor no deja engrasar con comodidad. El método que hemos seguido ha sido tan sencillo como pinchar una cartulina en que hemos previamente perforando un agujero de 1,5 mm antes con una broca. A continuación, pusimos una gota (una gota) de cianoacrilato en el eje, para acto seguido empujar el volante a su sitio con firmeza. Cuidado, porque la capa de cianoacrilato que quedará será muy fina y endurecerá extremadamente rápido; en uno de nuestros intentos, ni siquiera dio tiempo a que el volante llegara a su sitio y tuvimos que repetir la operación.

Una vez el volante en su sitio, se tira de la cartulina, que se rasgará, y listo.

Toma de corriente en el bogie motor

Esta tarea no es complicada en sí misma. Su mayor reto es hacer los agujeros para los cables en el lugar apropiado. Hemos comenzado preparando los agujeros ¿Cual es ahora el lugar en que hay que hacer los agujeros? Tras darle muchas vueltas, pusimos el bogie y el motor en su sitio hasta localizar un punto en que el cable no se acerca peligrosamente a los engranajes en las curvas, que no entorpece tampoco el giro y que va a dar entre el chasis del bogie y la pieza de las suspensiones y frenos. La mejor forma de ubicar este punto es observar el movimiento del bogie montado. Seguidamente, los contactos. Hemos soldado un cable flexible a cada uno y los hemos pegado al chasis del bogie por detrás de la pieza que simula la suspensión y los frenos. Los contactos deben quedar doblados de manera que hagan un contacto firme, pero no una presión excesiva, con la cara interior de las ruedas. Un pequeño truco: Hacer un saliente en el punto de contacto con la rueda, golpeando ligeramente por detrás con una punta o un punzón. Esto deja un buen contacto eléctrico entre rueda y toma con la mínima resistencia mecánica.

Dotar al motor de un soporte de chapa para sujetarlo al chasis.

Para fijar el motor al chasis, la mejor solución que se nos ha ocurrido consiste en fabricar una chapa que doblamos en forma de L, donde un lado de la L se atornilla al motor por el lado del sinfín (con los tornillos que vienen con el propio motor), y el otro se atornilla entre la pieza de plástico que sujeta el motor por encima y el propio chasis. En nuestra solución, además la pieza de chapa continúa, después de un nuevo ángulo de 90 grados, por debajo del motor. Incluso sin este lado debajo del motor, éste queda bastante bien sujeto al chasis. Soldar, atornillar, engrasar y probar. Hecha la parte mecánica, procede poner la locomotora en una vía de pruebas y probarla. Normalmente, habrá que corregir pequeños defectos: Volante de inercia que toca el chasis, eje del sinfín demasiado cercano a la corona que hace que se bloquee en curvas, etc. Pulidos los pequeños inconvenientes, observaremos un comportamiento notablemente mejor que el anterior; incluso suena mejor.

El decodificador digital

Elegimos para esta locomotora un Lenz 511W, si bien en el mercado existen varios otros modelos que caben en el exiguo espacio disponible. Decidimos que el mejor lugar era encima del bogie que no lleva motor. Como este espacio no es lo bastante amplio para el decodificador, tuvimos que rebajar el chasis liegeramente en las esquinas, utilizando una fresa de metal. El cableado del decodificador aporta dos retos. Uno, conseguir pasar todos esos cables hasta donde tienen que ir, y hacerlo sin que se enreden en ninguna parte. Un método, tan bueno como cualquiera, es sacar en primer lugar las tomas de corriente de ambos bogies. Luego, ubicar el decodificador en su sitio y armados con soldador, pasta, estaño, paciencia y termorretráctil, llevar cada cable a su sitio. Para evitar que los cables que van a la toma de corriente que pusimos en el bogie motor se enredaran donde no debían, hicimos una pieza de acetato (era lo que teníamos a mano) en forma de U muy aplanada, que pegamos justo encima del sinfín. Los cables suben justo por delante del sinfín y luego pasan por la parte acanalada de la pieza. Esto los mantiene en su sitio y les da el juego necesario en las curvas. Otro problema es que para ciertos cables sencillamente no hay sitio y es necesario rebajar el chasis para poder pasarlos. Esta tarea es muy fácil con una fresa. Debido a la gran densidad dentro de la locomotora, para que nada se salga de madre hemos pegado los cables en su sitio con pegamento de contacto. Si algún día hace falta, es fácil despegarlos, pero entretanto, el pegamento los mantiene en su lugar. Las luces fueron algo más complicado que lo que esperábamos, por cuanto es necesario cambiar el difusor que llevaba la locomotora original para poder sacar algo de luz fuera; y por otra parte, al utilizar LEDs es necesario poner un par de resistencias en alguna parte. Nosotros las pusimos al lado de los LEDs, haciendo extenso uso de termorretráctil para evitar contactos con el chasis.

Mejoras estéticas

Con la locomotora aún desmontada, sacamos el bote de las pinturas y nos decidimos a:

  • Pintar en negro mate las mangueras de mando múltiple.
  • Pintar en marrón claro el interior de las ventanas.
  • Pintar en negro el chasis en las zonas en que se ve a través de las ventanas.
  • Pintar en negro la caja que va entre los bogies.

Sigue siendo la 269 de Ibertren, diseñada hace veinte años, y no la de Kato… Pero, ¡quién la ha visto y quién la ve!

Cosas pendientes

¿Alguna locomotora no admite mejoras? He aquí una pequeña lista de cosas que todavía quedan por hacer y este autor cree posibles:

  • Reducir el tamaño de los bogies.
  • Areneros.
  • Faldones.
  • Mangueras de freno y gancho (al menos, en un extremo).
  • Desenganche automático remoto.

Espero que algún lector me haga saber de las mejoras que ha aplicado a su locomotora.

Ingredientes

  • 1 269 de Ibertren N
  • 1 motor Mashima MH-1220, Ref. Mabar: MD-12-20
  • 1 volante de inercia de 12 mm de diámetro, 1,5 mm de eje
  • 1 decodificador Lenz 511W ó 521W
  • 2 LED blancos de 3 mm
  • 2 resistencias de 1kΩ
  • 1 hoja delgada de plástico semirígido
  • Una cantidad insignificante de plancha delgada de cobre

Herramientas

  • Fresadora-taladro (Dremel o similar)
  • Tornillo de banco
  • Broca de 1mm
  • Fresa para metal cilíndrica
  • Disco de corte de metal
  • Pegamento de contacto
  • Cianoacrilato
  • Parafina líquida o similar
  • Pinturas y brocha fina

Proveedores

  • Mashima Denshi Industry Co,. Ltd.
  • Mabar
  • Mercadillo de Delicias

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Digitalización y mejoras: 352 de Ibertren, escala N

La 352 que durante años produjo Ibertren en escala N es un modelo agradecido para mejorar. No solamente es relativamente fácil de digitalizar; además se puede, con poco esfuerzo, mejorar añadiendo luz, una toma de corriente en el boje trasero (en especial, si queremos que vaya bien sobre desvíos de corazón aislado) e incluso cambiando el motor.

Preparación

Como la mayoría de los dlseños de Ibertren en escala N, esta 352 está preparada para llevar un patín de toma de corriente. Pues bien, en una locomotora cuyo destino es correr en el sistema normalizado de dos carriles, lo primero que hemos hecho ha sido eliminar todo lo posible esta posibilidad. ¿La razón? Las partes de plástico de los extremos del boje delantero, que penetran en el chasis y cuya finalidad es guiar el patín, suponen un estorbo para el movimiento de dicho boje al añadir las piezas necesarias para sujetar el decodificador y la luz. Por tanto, con un suspiro y una cuchilla nos hemos deshecho de ellas. También hemos desmontado, en nuestro caso, el bogie motor  

para proveerle de una toma de corriente adicional, que hace maravillas por la marcha de la máquina, en especial a baja velocidad y sobre aparatos de vía. La digitalización Para esta 352, elegimos un Lenz 511, que se acomoda sin esfuerzo encima del segundo eje del boje delantero. Hemos realizado un pequeño soporte de plástico y ubicado el decodificador encima. La razón de ubicar el soporte del decodifcador sobre el segundo eje del boje delantero es dejar sitio para la luz delante.

La luz

Poner luz atrás es bastante laborioso en esta locomotora, pues hay que eliminar parte del chasis y realizar unos conductores de luz a medida. Sin embargo, es relativamente sencillo poner luz delante. Para ello, hemos recortado un trozo de cartulina negra con la forma del morro, para pegarla sobre el chasis y evitar que la luz ilumine la vía bajo la locomotora. Sobre esta base, hemos pegado el LED blanco y su resistencia, protegiendo sus patas y las soldaduras con termorretráctil. A continuación, hemos tenido que hacer varias modificaciones en la carrocería. Para empezar, eliminamos el faro simulado de origen, pues es parte de la misma pieza que el parabrisas. Seguidamente, para que la luz salga, como es debido, por el faro y no por el parabrisas, hemos pintado éste de un color marrón claro, por la parte de dentro, y con varias capas. Posteriormente, hemos añadido un par de capas de negro. También hemos realizado un conductor de luz modificando uno de otra locomotora; no hizo falta más que una varilla redonda a la que biselamos uno de los lados, y que insertamos en el faro.

 

La toma trasera

Como todas las locomotoras de bojes de la marca, esta 352 tiene un boje dedicado a toma de corriente y uno dedicado a la tracción. El inconveniente, de sobra conocido, de este esquema, es gue la locomotora se gueda clavada en el primer corazón de desvío aislado que toma despacio. Con un mínimo de suciedad, ni eso hace falta para que ande a trompicones. Hemos resuelto este problema mediante el expediente de instalar una toma en el último eje.

Para ello, utilizamos las piezas de cobre que tomaban la corriente del patín en una locomotora 3N, aunque casi cualquier chapa de cobre servirá. También necesitamos un par de cables (sobrantes de un decodificador, por ejemplo); y lo más difícil: dos ruedas (idealmente, una con aislante y otra sin)

Comprobación

El mejor momento de todo el trabajo, si es que lo hemos hecho bien; si no, corremos el riesgo de dejar escapar el humo mágico del decodificador, con lo que dejará de funcionar.

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