Primera sesión con un compresor

La verdad es que admiro la paciencia de quien me quiera hacer un regalo. ¿Cuántas novias son capaces de recibir como respuesta «un compresor» a la pregunta de qué quieres por navidades, y encima sonreír y comprarlo?

El caso es que aquí, en mi morada, esperaba pacientemente desde hace un mes y medio su oportunidad de mostrarme su utilidad, máxima aspiración de toda herramienta. Hoy, por fin, se ha dado esa rara combinación de disponibilidad de tiempo, disposición y resto de enseres necesarios. Y me he puesto a ello.

El compresor elegido es un Black&Decker oferta en Leroy Merlín por el interesante precio de 95 euros, incluyendo varios accesorios básicos. Empezaré diciendo que, si bien normalmente no me acerco a la herramienta de esa marca aunque la alternativa sea hacer agujeros con los dientes y comprimir aire soplando por un tubito, en ésta ocasión un competente empleado de LM me informó de que Black&Decker solamente pone la marca. El compresor es fabricado en Bologna, Italia por FIAC S.p.A., y se puede encontrar en el mercado con alguna otra marca.

Habiendo tenido desde hace varios meses unas baldas de DM instaladas en mi salón, sin pintar, me pareció un buen primer proyecto dotar a un par de ellas de al menos una capa de imprimación para su posterior esmaltado. Había hecho esto ya con otro par de ellas, a pincel, con una paciencia digna de mejor causa y obteniendo un acabado correcto, pero sin exagerar. Elegí la pistola de pintar (la que lleva un recipiente adosado; no confundir con la de petrolear, que es parecida pero con un vástago mucho más largo), comprobé el nivel de aceite (justo en el máximo, de fábrica), abrí con cuidado un poco la purga de la barriga por si tenía agua, y conecté el trasto.

Lo primero que se percibe es que emite un ruido infernal, así que en seguida pensé en los vecinos. Tienen un niño malcriado que me despierta berreando todos los días a las siete y cuarto de la madrugada, o en mitad de la noche. Bien. Lo segundo es observar cómo sube la presión. Este compresor tiene un limitador de presión del calderín, que para el motor cuando ha llegado a su presión nominal, y un limitador de salida. Nunca antes había trabajado con un compresor, pero desde el punto de vista de control, me pareció bastante adecuado y sencillo.

La pistola de pintar está pensada para echar pintura (o imprimador, en este caso) en su recipiente y que la pistola se sirva desde allí. Siendo un servidor poco dado a gastos colaterales, decidí poner el bote de imprimación en lugar del recipiente de la pistola. Podría haberlo sujetado con unas gomas, pero con la mano que tenía libre fue suficiente. Un trasto menos que limpiar, menos producto desaprovechado. Satisfactorio.

Por último, puse papel en el suelo, las baldas encima, abrí bien la ventana y me puse a ello. Un poco pesado fue ajustar los tres tornillos que lleva la pistola. Sí, tres ajustes, y eso que es la que regalan con el compresor. Aparentemente, uno es para el paso de pintura, otro para el de aire y otro más para regular la apertura del chorro. Experimentando un poco, en seguida encontré un ajuste que, sin ser ideal, al menos largaba potingue por la boquilla, cual era su deber. Como había leído en algún artículo, es necesario mover la pistola constantemente, so pena de concentrar un exceso de laca (o el potingue que se esté proyectando) en un solo punto. También es interesante (consejo de L&M) dar una pasada en una dirección y la siguiente en otra a 90 grados con la primera; típicamente, una en horizontales y otra en verticales.

Cuando se está en faena, uno no se da cuenta pero la presión del calderín se utiliza muy rápidamente. Así que es necesario dejarle que cargue bien antes de empezar y echar una mirada de cuando en cuando al indicador. Si la presión baja demasiado, es menester hacer una pausa. Al fin y al cabo, la industria cervecera necesita de todo el apoyo que le podamos brindar.

Una vez terminado el trabajo, procedo a apagar el compresor, limpiar la pistola con aguarrás y recoger un poquillo todo. No ha estado mal: Aparte del tiempo de poner en marcha por primera vez el compresor, ha sido muy rápido y potencialmente mucho mejor acabado que a brocha (realmente, puede que lleve otras dos o cuatro manos, pero se conseguirá). En resumen, tras una sola sesión de uso, recomiendo el compresor a cualquier manitas que se precie, aunque lo tenga que guardar bajo la cama (nota: cuidado con el aceite).

Es interesante usar guantes, pero sobre todo gafas y mascarilla; el compresor proyecta el potingue químico de nuestra elección en partículas muy finas que se quedan en suspensión largo rato después de haber acabado la tarea. De usarlo en casa, evidentemente, la estancia en que se pinte debe quedar con las ventanas abiertas y aislada del resto de la vivienda.

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